Sebastián Villanueva | LA HISTORIA MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA. CAPÍTULO SIETE: CARTA DE PAPÁ
sebastian villanueva, psicologia, psicólogo, ayuda, gestalt, estocolmo, emociones, traumas, autoestima, autenticidad, felicidad, tristeza, agobio, superación, camuflar, pasado, futuro, ilusión, alegría, armonía, aprender, terapeuta, consulta, humanista, lenguaje corporal, paciente, palabra, sentimiento, sentimientos, cercano, bienestar, fantasías, fantasía, fantasma, fantasmas, coherente, rabietas, agresividad, rebeldía, mentiras, falta de sueño, fracaso escolar, hiperactividad, problemas de socialización, timidez, aprendizaje, ayuda, Estocolmo, empatizar, empatía, pareja, discutir, discusiones, trucos, crecimiento personal, virtudes, trabajo, logros, enriquecedor, relacionarse, psicólogo legitimado,
17805
single,single-post,postid-17805,single-format-standard,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-theme-ver-6.1,wpb-js-composer js-comp-ver-4.3.5,vc_responsive

LA HISTORIA MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA. CAPÍTULO SIETE: CARTA DE PAPÁ

puzzle

26 mar LA HISTORIA MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA. CAPÍTULO SIETE: CARTA DE PAPÁ

La pérdida de un ser querido, la muerte, la ruptura de la realidad, la creación a base de mucho esfuerzo de una nueva realidad, todo eso hemos vivido las personas que hemos atravesado un duelo. El duelo es ese proceso de adaptación a la pérdida. Yo quiero compartir con vosotros mi proceso, y cómo viví esos cambios que se produjeron en mí y en mi familia. Quizá estés atravesando ahora ese difícil camino. Y puede que te ayude. Esa es la finalidad de esta historia. Ayudarte para hacértelo más fácil.

LA HISTORIA MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA: CAPÍTULO SIETE. CARTA DE PAPÁ

Hola, hijo:

Hola, hijo”. Sé que hubieses querido que empezara la carta con un ”Hola, Sebastián”, porque te gusta como suena tu nombre cuando yo lo digo, verdad? Pero después de haber estado pensando durante un buen rato cómo dirigirme a ti, me ha salido eso de ”Hola, hijo”. Claro que, también hay que matizar lo de ”un buen rato”. Porque aquí, en este NO-espacio en el que NO-vivo, éso del tiempo es muy relativo. Y yo los ratos, los mido gracias a mi memoria. Eso aún no me falla.

Para mi un rato es el tiempo que pásabamos ordenando las 5 mil piezas del puzzle que nos habíamos decidio a empezar por fin. Ya sabes que antes de nada, hay que seleccionarlas bien. Lo primero que vamos a hacer es buscar las piezas de las cuatro esquinas y las de los bordes. No necesitamos pensar en nada más. Ni en colores, ni en formas, ni si encajan o no. Basta con separarlas todas. Paciencia, ten paciencia, que la paciencia es la madre de todas las ciencias. Y sobre todo, concéntrate. Sólo tienes que prestar atención a los bordes lisos. Olvídate de los demás. Es lo que los psicólogos llamáis Atención Selectiva. Me equivoco? He aprendido mucho de psicología escuchándote estos últimos once años.

Separar todas las piezas nos llevaba ”un buen rato”, te acuerdas?

Pues ”un buen rato” fue lo que me llevó a mí a decidirme cómo empezar esta carta. ”Hola, hijo”.

Y ahora, cuando debería cobrar sentido decir eso de, lo más difícil es empezar, ocurre todo lo contrario. Lo más fácil ha sido empezar. Seguir es lo difícil.

Y sé que para ti también, seguir fue lo difícil.

Por eso me acerqué muchas veces a ti. No todas las que me necesitabas. Pero sí muchas. La primera, mi primer Día de Reyes sin vosotros.

Habíais llenado el salón de cajas, golosinas, cartas e ilusión. Habías hecho creer a los niños, que el Rey Mago acaba de saltar por la ventana, y enganchaste a una reja la capa de un viejo disfraz que mamá guardaba en la azotea. Los niños no dudaron que fuera verdad. Siempre han creído en la magia gracias a ti. Justo que abriste la puerta del salón y los viste correr hacia la ventana, por si aún estaban a tiempo de ver al Rey saltar, yo pasé detrás de ti. Me sentiste? Fui un soplo. Un soplo frío.

Yo creí que me habías sentido. Porque miraste hacia atrás y no encontraste nada.

Los niños gritaban mientras abrían sus regalos. Había cientos, qué digo cientos, miles!!! Cuánto más reían ellos, más grande se te hacía el agujero en la barriga. Era tan grande, que si en ese momento los niños hubiesen mirado hacia ti, habrían podido ver a tu madre, su abuela, a través de él, limpiándose las lágrimas en el pasillo.

Entonces yo, desde este NO-espacio en el que NO-vivo, soplé con fuerza hacia el agujero, y mi aliento lo cerró un segundo antes de que el dolor hiciese que te desmayases. Entonces, pudiste reir y jugar con los niños.

Esa fue la primera vez que fui a visitarte. Y también la primera vez que supe que desde aquí, podía seguir haciendo cosas por ti.

La última tarde de mi vida, la tarde que viniste a despedirte de mí, yo no quería morirme. No sólo no quería morirme, es que no quería dejar de estar vivo. Hay una diferencia enorme, que espero que tardes mucho en descubrir. Esa tarde te sentaste junto a la cama del hospital donde yo ya casi no podía respirar. Sé que el olor que salía de mi boca era el olor más desagradable que habías olido nunca. El olor de mi estómago podrido. De la muerte. Que era lo único que quedaba de mí. Acercaste tu cara a mi oído izquierdo. Tomaste mi mano, y dijiste:

- Papá, deja de luchar. Todo está bien. Todo va a estar bien.

Yo quería creerte, Hijo. Tenía tantas ganas de creerte. Pero no podía.

- Papá. No sigas luchando más. Ya has luchado todo lo que has podido. Y nosotros estamos muy contentos por ti. Y muy orgullosos de todo lo que has hecho por nosotros.

Hijo. Yo quería creerte. Tenía tantas ganas de creerte.

- Papá. Ahora vas a cerrar los ojos y vas a descansar, de acuerdo? No sé si hay una luz al fondo de un pasillo. No sé si ves o no algo. Pero sea lo que sea que estés viendo, Papá, ve hacia allá. Porque, sabes una cosa? Justo detrás está Mamá esperándote. Y estamos también nosotros, Papá, tus hijos. Y ya no hará frío ni estarás solo, Papá.

Y entonces te creí. Porque nadie que te conozca puede no creer en la magia.

- Te quiero, Papá.

Eso fue lo último que me dijiste. Creías que no lo había oido? Sí lo oí, Hijo. Lo oí perfectamente. Te vi salir llorando, y quise correr detrás y decirte ”Espérate, Hijo mío. Dame un abrazo!!!!” Pero no pude hacerlo. La muerte en mi estómago pesaba mucho y mi cuerpo era ya demasiado pequeño para llevarme hacia ti.

Te vi salir llorando.

Supe que esa era la última vez que te veía. Y lloré. Lloré como llora alguien que está podrido por dentro. Esperé que tu Madre volviera a la habitacióny me dispuse a pasar mi última noche con ella. Te hice caso, Hijo mío. No luché. Dejé que tu madre me agarrase fuerte la mano. Ella no quería perderme. Ella quería que yo me quedase aunque fuese siempre así, podrido y sin carne. Ella pensaba ”No me dejes sola. Por favor, no me dejes sola”

Pero yo sabía que no estaba sola. Lo sabía porque tú me lo habías dicho. Lo sabía porque te creí. Lo sabía porque te oí cuando me lo susurratse al oído. Yo sabía que no estaba sola.

Por eso no tuve miedo de irme.

Fue un poquito más fácil cuando supe que ya no había que luchar. Fue un poquito más fácil, cuando sentí que queríais dejarme ir.

Lástima que no pude salir detrás de ti la tarde que viniste a despedirte de mí, porque te hubiese abrazado fuerte y te hubise dicho, ”Te quiero, Sebastián”.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

 

14 Comments
  • Anitta Villanueva
    Posted at 11:55h, 26 marzo

    Fue todo tan así que no te imaginas cómo me siento ahora… tantas veces le susurré al oído: Papá déjate ir…

  • Paloma Villanueva
    Posted at 12:03h, 26 marzo

    No lo has podido relatar mejor… eres un GENIO

  • lucia Copano
    Posted at 12:16h, 26 marzo

    Qué relato más emotivo Sebas, me ha fascinado y sobre todo lo he sentido como una parte de mi vida pues me tocó vivir una situación, cuanto menos, igual de dolorosa, similar a todo lo que describes. Estoy de acuerdo contigo, conozco esos sentimientos, cada punto y coma. Te abrazo tiernamente querido Sebas

  • Chema Torrales
    Posted at 12:37h, 26 marzo

    Todo es más fácil cuando uno comprende cuándo toca luchar y cuándo es mejor dejar de hacerlo, ¿verdad? Abrazo.

  • may
    Posted at 14:11h, 26 marzo

    No he podido evitarlo,me has echo llorar como hace tiempo q no lo hacia.. Solo decir: Que no puedo decir nada.

  • macarena
    Posted at 17:17h, 26 marzo

    No imaginas cuanto me esta ayudando en mi duelo……….te quiero. Eres un genio escribiendo.

    • Sebastián Villanueva Macías
      Posted at 17:19h, 26 marzo

      Gracias Maca. Yo te adoro y me alegro de poder ayudarte desde tan lejos….Pero ya sabes que cd te tebgo cerca….a la primera que voy a ver siempre es a ti!!!! heheheheh (me río en «entranjero»)

  • Maria Lopez
    Posted at 17:28h, 26 marzo

    Impresionante relato, increíble vivencia. Aún me acuerdo de tu entereza en esos momentos…