18 abr ME GUSTARÍA SER COMO ERA ANTES DE VENIR AQUÍ
ME GUSTARÍA SER COMO ERA ANTES DE VENIR AQUÍ
Estocolmo. 2015. Cualquier tarde de cualquier día en mi consulta.
TERAPEUTA: Y dime, qué te trae a la consulta?
PACIENTE: No me siento bien. No sé si es el clima, o el trabajo, o que echo mucho de menos a mi familia y a mis amigos. Pero, no soy feliz. No soy como era en España (o cualquier país de origen). Me gustaría volver a ser como era antes de venir aquí.
Esta es la demanda que más vengo escuchando en estos 16 meses que vivo en este país. Una explosiva mezcla de (agarraos porque es muy fuerte la mezcla) soledad, añoranza, oscuridad, aburrimiento, choque cultural y dificultad para hacer amigos.
Estos seis parásitos se enquistan de tal manera en nuestro ser, que antes de que te des cuenta han acabado con tu energía. Y te salen ojeras. Olvidas sonreir. Olvidas silbar o cantar. Olvidas quién eres por querer ser quién eras.
Ese invisible cordón umbilical que te une a tu pasado es más fuerte que cualquier posibilidad de hacer algo nuevo hoy. Y tira de ti hacia atrás. Es una sensación física que te ahoga y que a la vez te obliga a poner más y más energía para dar sólo-un-paso-alante.
Algunos psicólogos lo llaman Síndrome de Ulises.
Imagina que te has decidido a escalar una montaña. Escalada libre. Sin protección. Sólo tú y la montaña. Estás en una postura más o menos cómoda. Te agarras firme a la montaña con tus manos y tus pies, apoyados en un saliente de la misma, te dan seguridad. Pero tienes que seguir, no? Si no, para qué has venido. Y justo encima de tu cabeza ves esa roca que sobresale y a la que piensas agarrarte para seguir hacia arriba. Estás muy alto. Si te caes, no quedaría de ti ni un sólo trozo reconocible. El corazón te late con fuerza. Miras el saliente sobre ti y…. qué tienes que hacer para poder agarrarte a él y seguir adelante?
Dime.
Qué tienes que hacer?
(…)
Sí.
Eso es justo lo que tienes que hacer.
Soltar el saliente al que te aferras ahora.
Dejar atrás lo que ya te ha ayudado.
Seguir.
Y eso haces. Durante una fracción de segundo tu cuerpo se balancea junto a la pendiente de la montaña sin apenas protección, pero en nada, en nada vuelves a estar seguro. Aferrado con fuerza a una nueva roca que te ayuda a mantenerte firme.
Esa fracción de segundo es tan peligrosa, que el miedo nos paraliza y a veces preferimos quedarnos ahí. Viendo como pasa el tiempo.
A hacer esto, también puedes aprender en la terapia. Te animo a que te armes de valor, mires tus manos, y confíes en ellas.
Yo no podré hacer el esfuerzo por ti.
Pero sí estaré a tu lado.






Eva Gómez
Posted at 08:21h, 18 abrilAnimo con tu paciente!lo hace genial!!
Sebastián Villanueva Macías
Posted at 12:46h, 18 abrilMuchas gracias Eva!!
Maria Lopez
Posted at 13:42h, 19 abrilCa un ca un ca cuá ca cuá.
Sebastián Villanueva Macías
Posted at 19:34h, 19 abrilEso es así!!!